sábado, 11 de febrero de 2012

RENÉE ADORÉE, la disipada francesita

Renée Adorée no era una actriz cualquiera. Morena y de ojos de un verde casi fosforito, su mirada era tan intensa que ni su acento francés pudo frenar su carrera una vez llegado el cine sonoro. Por desgracia, su temprana muerte impidió que siguiese siendo una estrella para convertirla en una reliquia.



Nació en Lille, al norte de Francia, el 30 de septiembre de 1898. Su madre dio a luz a la niña bajo la carpa del circo donde ella trabajaba (tanto como dueña como artista) junto a su marido, el padre de la pequeña. La niña fue bautizada como Jeanne de la Font (en español, literalmente, "Juana de la Fuente"). La pequeña Jeanne vivió una infancia muy humilde, no acudió prácticamente nunca al colegio y acompañando siempre el circo ambulante de sus padres. Ya a muy corta edad, éstos enseñaron a la niña casi todo lo referente al mundillo circense, y a los cinco años de edad Jeanne ya se subió por primera vez a las tablas de un escenario de los espectáculos de sus padres. Así, sin cambios en su rutina diaria, transcurrirían, al menos, los siguientes diez años.

Ya en la adolescencia, Jeanne se unió a una compañía teatral, se fue desligando del circo y rotundamente se separó de sus padres. La compañía de teatro a la que se unió no era ni mucho menos una compañía humilde venida a menos: se trataba de las Follies Bergère, la unión teatral más célebre e importante de Francia. Cada vez fue obteniendo papeles más relevantes en esas producciones teatrales, e inició sus primeras giras por toda Europa. En una de esas giras, mientras actuaba en la lejana Rusia, se declaró la Primera Guerra Mundial. Era el año 1914. Jeanne, una joven de dieciséis años, presa del pánico por el golpe que causó el estallido repentino de aquella guerra, huyó a Londres, por parecer éste un sitio más seguro. Algunos meses después, y curiosa acerca de todo lo que se podía hacer en la llamada tierra de las oportunidades, se trasladó a Nueva York. Permanecería en el continente americano el resto de su vida. Mientras, siguió participando en obras de teatro durante al menos los próximos cinco años.


En 1920, a los veintidós años, fue contratada por la MGM, compañía cinematográfica que la acababa de descubrir y que había cambiado su nombre al exótico pseudónimo de Renée Adorée ("Renacida Adorada" en francés), debutando en el cine ese año con la película "The Strongest". En la víspera del Año Nuevo de 1921, conoció al actor Tom Moore. Se enamoraron (pese a que él era quince años mayor) y se casaron ya en 1921 a las seis semanas de conocerse. Sin embargo, este matrimonio fue un verdadero fracaso, y a los tres años de la boda, en 1924, se divorciaron. Un año más tarde de este hecho, en 1925, a los veintisiete años, Renée se casó por segunda vez, ahora con el actor (o productor) William Sherman Gill. Para desilusión de la actriz, este matrimonio también fue infeliz y desgraciado, y firmaron el divorcio en 1929. Adorée nunca llegó a tener hijos y, decepcionada por sus dos matrimonios sin salida, decidió no volverse a casar nunca más.

En 1925 protagonizó la mejor película de toda su carrera, "El Gran Desfile", junto a John Gilbert (con quien tuvo un romance), y que popularizó la fama que tenía MGM de contratar solo a estrellas. En 1928 hizo el filme "The Mating Call", en la que provocó sensación, rubor e impacto a su propio público al aparecer desnuda en una breve escena.



Para 1930, Adorée había participado ya en cuarenta y cinco películas, las últimas cuatro sonoras y junto a Ramón Novarro, de quien fue una buena amiga. Pese a que su físico causaba furor y tenía un gran éxito en el nuevo cine, a partir de ese momento las cosas empezaron a truncarse. Ese año le diagnosticaron una avanzadísima tuberculosis, pero ella dejó de hacer caso a su médico y decidió terminar el rodaje de la que sería su última aparición en el cine, "Call of the Flesh". Al acabarla, estaba agotada y destrozada por el esfuerzo del trabajo y su propia enfermedad. Cuando los rodajes finalizaron, fue trasladada a un hospital en Arizona, donde permaneció ingresada una infinidad de tiempo, hasta dos años.
Pasado todo ese tiempo, los médicos del sanatorio creyeron que Renée estaba lo suficientemente recuperada como para continuar con su trabajo, y la dieron de alta. Pero no fue así. Antes siquiera de engancharse a un nuevo proyecto, Adorée volvió a enfermar y tuvo que ser ingresada de nuevo. Además, durante los dos años que estuvo alejada de la gran pantalla, había dado tiempo de sobra para que la MGM contratase a nuevas actrices, la dejasen de lado a ella y su antiguo público se hubiese olvidado de ella. En los meses siguientes, su cuerpo se fue marchitando en una habitación de hospital por la tuberculosis, olvidada por todos y ya afectada por la pobreza. Finalmente, Renée Adorée murió en el hospital Sunland, en Tujunga, California, el 5 de octubre de 1933, a los pocos días de cumplir los treinta y cinco años.

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