El cine mudo de Italia era un tanto curioso. No tenía la expresividad del cine francés, no era tan comercial como el americano, y no era tan dramático como el alemán o el ruso. En Italia, los espectadores estaban más que acostumbrados a que sus actrices más famosas fuesen bastante mayores para lo normal y que todas ellas siguiesen el mismo estilo de mujer fatal y enigmática. Pero, ¿qué mujer italiana fue la que puso eso de moda? Pues se trataba, nada menos, que de una de las mayores estrellas europeas, del primer cuarto del siglo XX, Francesca Bertini.
Su nombre de nacimiento no era ése que acabas de oír, así como tan pegadizo. La bautizaron con el nombre de Elena Seracini Vitiello, y nació en la bella ciudad de Florencia, el 5 de enero de 1892, en el seno de una familia demasiado pobre, y se desconoce quiénes eran sus padres de verdad. Cuando la pequeña Elena era apenas un bebé, sus padres murieron, o bien es que la abandonaron por no poderla mantener, el caso es que cuando Elena aún no tenía ni cargo de conciencia por ser tan pequeña la adoptó un matrimonio pobre un tanto peculiar. Su nuevo padre era un trovarobe ("encuentra cosas") Arturo Vitiello, que procedía de Nápoles, y su mujer, la actriz Adelaida Frataglioni, que sí era de Florencia. Ambos se encontraban actuando por casualidad en Florencia cuando se encontraron a Elena y la adoptaron. Por el lugar de origen de su padre adoptivo, pronto la nueva familia se fue a Nápoles, ciudad en la que Elena pasaría toda su infancia, actuando numerosas veces siendo niña en los espectáculos ambulantes de sus padres adoptivos. Luego inició su trayectoria en el cine en una fecha muy temprana para el cine, en las baratas comedias que rodaban cerca de su casa en Nápoles, aunque no actuaba en ellas, para decepción suya; solo pagaba para verlas.
Con el incansable apoyo de sus padre adoptivos, Elena debutó en el cine allí en Nápoles en una película barata de 1904, con solo doce años de edad. La película, titulada "La Dea del Mare" no tuvo gran éxito y Elena, aunque era una niña, decidió irse a Roma a estudiar interpretación, lo que estudió durante poco tiempo. Luego regresó a Nápoles y siguió en el teatros de sus padres.
En 1912, ya con veinte años y ocho después de filmar su primer trabajo de cine, Elena hizo un pequeño papel en su segunda película, "Idillio Trágico". A finales de ese año o inicios de 1913 la joven Elena se fue Roma para perfeccionar su técnica actoral y de paso cambió su nombre a Francesca Bertini, por el que se la conoció el resto de su vida. Así, Bertini protagonizó su primer éxito, llamado "Histoire d'un Pierrot" y dirigido por Baldassarre Negroni.
En 1915 actuó con el papel más principal en la película "Assunta Spina", que la catapultó a la máxima fama de su carrera y la hizo una actriz famosa en todo el mundo, y por supuesto más especialmente en su Italia natal, de la que nunca se fue. Ese 1915, Francesca ganó de sueldo la friolera de ciento setenta y cinco mil dólares, algo así como ciento setenta mil euros, un récord para la época y para la más o menos humilde industria cinematográfica de Italia. Un año más tarde, la diva Mary Pickford lograría cobrar esa suma, lo que quiere decir que en 1915 Bertini era considerada más importante que Pickford, mito del cine en general.
A partir de tal éxito, la actriz italiana empezó a dirigir o producir algunas de sus propias películas, casi siempre a producirlas, y así pasaron los siguientes tres o cuatro años. En 1919, a los veintisiete años, se le ocurrió hacer ella sola una serie de siete películas que hablasen sobre los siete pecados capitales. Pero ya la primera película de esa serie fue un fracaso comercial, así que Bertini desistió de hacer su gran proyecto.
Durante los años 20, mantuvo un éxito bastante discreto a lo acostumbrado en ella, pero que una de las muy escasas actrices italiana populares en los años 10 que llegó a trabajar durante el cine sonoro. Pero para cuando en Italia llegó el cine sonoro, la industria de la gran pantalla de ese país había cambiado por completo. No era lo que Francesca se esperaba. Se pusieron de moda las comedias "teléfono blanco", y el cine italiano inició su periodo de crisis con la era del fascismo recién instalado en Italia, que se dedicaba a censurar a diestro y siniestro casi todas las películas rodadas, unas películas dirigidas y protagonizadas por directores y actores que ya era casi de una nueva generación, y a quienes Francesca les empezaba a parecer una actriz muy anticuada, a pesar de que ella siguió siendo casi igual de popular y una de las más grandes actrices que quedaban vivas.
Ya en los años 40, con casi cincuenta años, la gran Hollywood le ofreció un contrato para trasladarse a trabajar allí, pero Francesca amaba Italia y se negó, porque además detestaba el comercial cine que se realizaba en Estados Unidos (en ese caso, le ocurrió lo mismo que a la alemana Brigitte Helm). Fue en esta etapa de su vida cuando se caso con el banquero Paul Cartier y se fue a vivir con él a Suiza. Cuando éste falleció muchos años después, ella regresó a Roma y permaneció allí, con pocas apariciones públicas, hasta su propia muerte.
En los años 60 y 70, Bertini apareció varias veces en diversas entrevistas de televisión, y en público avocaba con nostalgia y morriña sus ya tan lejanos días de gloria de los años 10. Su última aparición película fue un cameo casi de casualidad, en la salía vestida de monja en la película "Novecento" (protagonizada por Robert de Niro), de 1976. También hizo una breve intervención en un documental sobre las divas del cine italiano en 1982.
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